El genetista Carles Lalueza-Fox recuerda con nitidez el “paquete bastante macabro” que un día de 2012 le llevó el médico forense francés Philippe Charlier a su laboratorio en Barcelona. Incluía pelos de los reyes merovingios y carolingios, el corazón de una monja francesa del siglo XVIII en proceso de beatificación y un fragmento de una pierna de una mujer enterrada en el panteón de los reyes de la basílica de Saint-Denis, en París.