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Descubre tu fuerza interior




Las situaciones dramáticas o los grandes retos pueden ser una oportunidad para descubrir y movilizar nuestros mejores recursos.

Una niña de Guatemala conoce la pobreza y la discriminación racial. Cinco miembros de su familia, entre ellos su padre y su madre, son brutalmente torturados y asesinados por militares. De mayor, esta campesina analfabeta aprende a escribir para llevar un mensaje pacifista por todo el mundo. Tras años de lucha por los derechos humanos su labor es reconocida con el Premio Nobel de la Paz. Su libro llevaba por título: Me llamo Rigoberta Menchú, y así me nació la conciencia.

Ésta es tan sólo una de las muchas historias célebres de personas que consiguen sobreponerse y sacar lo mejor de sí mismas a raíz de una adversidad. Sin embargo, existen miles de historias anónimas dignas de la misma admiración. Individuos que se enfrentan al diagnóstico de una enfermedad grave con entereza, niños que tras sufrir traumas son capaces de triunfar y ser adultos felices, padres que ayudan a sus hijos a superar serias deficiencias, personas que convierten un acontecimiento doloroso en un impulso para ser mejores… Son ejemplos vivos de autosuperación, historias que nos fascinan y conmueven porque nos recuerdan que el ser humano tiene capacidad para sobreponerse a los golpes del destino.
Un depósito de fortaleza

Pero, ¿cuál es la fuerza que ayuda a algunas personas a superar poderosos obstáculos en su vida? ¿Se nace con ella o es posible cultivarla? ¿Cómo se logra conservar la esperanza cuando uno se siente totalmente desesperado?
Aunque todos tenemos en mente ejemplos, más próximos o más lejanos, sobre lo que significa mostrar fuerza interior, resulta difícil poner en palabras en qué consiste exactamente esa capacidad. Posiblemente se trate de una suma de ingredientes, tales como confianza en uno mismo, voluntad, constancia, esperanza, capacidad para actuar, resistencia, entrega... siendo el resultado de esta mezcla diferente para cada persona.

En las situaciones que suponen algún desafío es cuando más se puede activar esta capacidad. Justamente porque son momentos en que se pierde la seguridad externa que ofrecía la vida hasta entonces.

Posiblemente todos podamos evocar épocas en las que nos hemos sentido caminar al filo de un abismo, especialmente inseguros o con una sensación inminente de peligro, donde el único asidero disponible parecía ser la fe en la propia capacidad para atravesar esos momentos.

Decía Saint-Exupery: «El hombre se descubre a sí mismo cuando se enfrenta a los obstáculos». Ante la adversidad la vida adquiere toda su seriedad. Y es entonces cuando nos sentimos empujados a excavar en nuestro interior para sacar a la luz los recursos y capacidades soterrados, buscando esa fuerza que permitirá seguir adelante.

Conocer ese depósito de fortaleza no sólo servirá para acudir a él cuando aparezcan contratiempos, crisis o momentos difíciles, sino también para encarar los desafíos cotidianos con mayor confianza, sabiéndose capaz de seguir las propias aspiraciones.

LA FE EN UNO MISMO
El término resiliencia proviene de la siderurgia y alude a la propiedad de algunos materiales para soportar la presión sin romperse, doblándose con flexibilidad y recobrando después su forma original. Se trata de un concepto cada vez más utilizado en psicología, aplicado en este caso a la capacidad para resistir y superar las magulladuras de la adversidad.

Una experiencia traumática rompe la perspectiva vital de la persona. Produce una herida que puede ser más o menos profunda o dolorosa, pero que, en todo caso, cambia la realidad y la percepción del mundo. Una persona nunca es la misma después de una pérdida importante, de un abuso, de vivir de cerca la violencia, de pasar por una enfermedad potencialmente mortal... Su principal tarea a partir de entonces será aprender a vivir con esa experiencia en su memoria y sanar la herida para que pueda cicatrizar sin dejar secuelas irreparables.

Ciertas personas muestran una mayor capacidad para hacer frente a los reveses, consiguiendo incluso dar un giro a esas experiencias para convertirlas en una fuente de riqueza y fortaleza. Pero la resiliencia, más que patrimonio de unos pocos, algo que se tiene o no se tiene, es una cualidad que es posible construir.



Cristina Llagostera