Cuando nos enamoramos, sentimos que nos desborda el entusiasmo, la ilusión... y también el desconocimiento del otro. Para que se abra paso el verdadero amor, es preciso aceptar las diferencias que surgen al conocerse a fondo.
Alicia sueña con un hombre ejecutivo, práctico, con grandes ambiciones, hasta que se enamora de un bohemio y despreocupado que se embelesa con sus propios sueños.
Tras los primeros tiempos de entusiasmo y encandilamiento, cuando la relación se estabiliza, empieza a sentirse disconforme, le inquieta su futuro junto a él y le recrimina su falta de iniciativas y su espíritu volátil.
Sergio ha encontrado, por fin , la persona con la cual construir una pareja y van adelante con su proyecto de una vida en común. En la convivencia se ve que ella es muy sociable, que le encanta salir con amigos o programar salidas de fin de semana que incluye a otros. Sergio prefiere la vida hogareña y solitaria. Sus planes apuntan a las cenas domésticas e intimas, a compartir sentimientos de a dos. Todo esto empeiza a generar tensiones y disputas, como si cada uno sintiera que el otro está empeñado en aguarle sus espectativas y sus ilusiones.
Cuando CArlos y Adriana se conocieron, los deslumbró la cantidad de coincidencias que había entre ambos: habían viajado a los mismos lugares y conocido a las mismas personas, habían llorado en las misma escenas de las mismas películas, compartían sus escritores favoritos y su afición por los mismos platos de la cocina tai.
Pero después de un tiempo, Adriana empezó a sentirse incómoda con algunas de las características de Carlos, como cierta avaricia o sus largos silencios. Se lo dijo. Él lo reconoció y afirmó que le gustaría cambiar, pero no lo podía conseguir. Carlos también querría que Adriana fuera menos crítica, más flexible, pues eso le daría más tranquilidad, lo haría sentirse menos exigido.
Y tú ¿ reconoces alguna de esas características en tí? ¿Estarías dispuesto a trabjar para transformarla en bien de la relación?
El arte de la armonía:
Vivir en pareja de forma armoniosa no es cuestión de magia ni de suerte. En realidad se trata de un arte. Y podríamos definirlo como el arte de armonizar las diferencias. Las tres situaciones con las que comienza este artículo son sólo un pequeño ejemplo que nos muestra cómo inciden las diferencias en la convivencia armorosa.
Una relación de pareja es un mosaico rico y complejo en el cual se manifiestan las diferencias entre dos seres humanos. La convivencia lleva - más allá de su voluntad, su deseo o incluso su cinciencia- a que cada una de esas personas se muestre en todas sus facetas. Y como no existen dos individuos iguales en toda la historia de nuestra especie, ni los hubo, ni los habrá, cuanto más convives con alguien, cuanto más lo conoces y cuanto más te conoce, mayor es el despliegue de todo aquello que os hace diferentes.
La mítica media naranja:
Por supuesto que lo primero que atrae a dos personas y las hace elegirse son sus similitudes. Éstas alimentan la ilusión de haber hallado a la mítica "media naranja". Pero el amor no se construye con medias naranjas. Una media naranja es la mitad de algo, no se trata de una unidad ni de algo completo. Solo podría ser una unidad si encontrara la otra mitad. Mientras tanto sólo será, digamoslo así 0'50%, Al encontrar la mitad perdida deberá aferrarse a ella para no volver a ser menos que uno. Y en esos vínculos de pareja, esto general el riesgo de una relación de dependencia y sumisión.
Un requisito básico del arte de vivir en paraja es recordar que cada uno de nosotros está entero y representa la totalidad de sí mismo. Pero la totalidad no significa perfección. No hay seres perfectos. Cada persona es la más completa versión de sí misma y la más actualizada. De este modo, una pareja nace a partir de dos seres enteros que se eligen entre otros miles de personas por razones ciertas aunque a menudo sutiles y misteriosas,
Allí inician un camino conjunto que los llevará a buen puerto en la medida en que amén de disfrutar de sus parecidos, comiencen a reconocer y a eplorar sus diferencias, su diversidad. Cunado una relación se prolonga y ambos están atentos a ella, descubirán que la lista de diferencias crece y se prolonga más allá de la enumeración de similitudes. Allí está la rica materia prima para la construccion del vínculo, para el ejercicio del arte de convivir. Pero hay diferencias y diferencias, y no todas contribuyen a enriquecer los vínculos.
Sergio Sinay
Periodista y psicólogo