Cuarta Virtud Cardinal
Cuarta virtud cardinal: prudencia
Según el diccionario: Sustantivo femenino. Sensatez, buen juicio, sabiduría; moderación, cautela; virtud cardinal que consiste en discernir y distinguir lo bueno de lo malo.
Según el Nuevo Testamento: Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fortaleza de los hombres. ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte (1 Co 1: 25-27)
Según el islam: Un sabio llegó al poblado de Akbar y la gente no le dio mucha importancia. Apenas atrajo el interés de un pequeño grupo de jóvenes. Muy por el contrario, fue objeto de chacota de muchos habitantes del lugar. Cierto día paseaba con algunos de sus discípulos por la calle principal, cuando un grupo de hombres y mujeres se puso a insultarlo. El sabio se les acercó, y les dio su bendición.
Al alejarse de allí, uno de los discípulos comentó:
-Ellos dicen cosas horribles, y usted les responde con bellas palabras.
El sabio respondió:
-Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene.
Según la tradición hassídica (judaica): Cuando Moisés subió a los cielos para escribir una determinada parte de la Biblia, el Todopoderoso le pidió que colocase pequeñas coronas en algunas letras de la Torah. Moisés dijo:
-Maestro del Universo, ¿por qué quieres que coloque estas coronas?
Dios respondió:
-Porque dentro de cien generaciones un hombre llamado Akiva las interpretará.
-Muéstrame la interpretación de este hombre –pidió Moisés.
El Señor lo llevó al futuro, y lo puso en una de las clases del rabino Akiva. Un alumno estaba preguntando:
-Rabino, ¿por qué hay dibujadas unas coronas sobre algunas letras?
-No lo sé –respondió Akiva. –Y estoy seguro de que ni siquiera Moisés lo sabía. Él hizo esto sólo para enseñarnos que, incluso sin comprender todo lo que hace el Señor, de igual manera podemos confiar en su sabiduría”.
En el reino animal: El ciempiés fue a preguntarle al sabio del bosque, un mono, cómo podría mejorar del dolor de sus piernas.
-Esto es reumatismo – dijo el mono. –Tienes demasiadas piernas.
-¿Y qué puedo hacer para tener sólo dos piernas?
-No me irrites con esos detalles –respondió el mono. –Un sabio apenas tiene que dar el mejor consejo posible. Ahora tú te las ingenias para resolver el problema.
Una escena que presencié en 1997: un aprendiz de ocultismo que conozco, queriendo causar una buena impresión a su maestro, leyó algunos manuales de magia y resolvió comprar los materiales indicados en los textos. Con mucha dificultad, consiguió un determinado tipo de incienso, algunos talismanes y una estructura de madera con caracteres sagrados escritos en un orden establecido. Mientras desayunábamos con su maestro, éste comentó:
-¿Crees que enrollándote cables de ordenador alrededor del cuello conseguirás tener la misma eficacia de la máquina? ¿Piensas que comprando sombreros y ropas sofisticadas vas a adquirir al mismo tiempo la sofisticación y el buen gusto del que las creó?
»Los objetos pueden ser tus aliados, pero no contienen en sí mismos ninguna sabiduría. Practica en primer lugar la devoción y la disciplina, y lo restante llegará por añadidura.
En frente de Alejandro: el filósofo griego Anaxímenes (400 a.C.) se aproximó a Alejandro el Magno con la intención de salvar su ciudad.
-Te he recibido sólo porque sé que eres un hombre sabio, pero tienes mi palabra de rey de que jamás cumpliré lo que has venido a pedirme –dijo el poderoso guerrero frente a sus generales
-Sólo vine a pedir que destruyas mi ciudad –respondió Anaxímenes. Y fue de esta manera como la ciudad fue salvada.
Fuente: Paulo Cohelo