Los pensamientos buenos o malos son de distinta tonalidad. Los positivos color claro, diáfano. Una persona que piensa y actúa positivamente irradia paz, armonía, su aura es clara y sus vibraciones luminosas. Ella resulta de trato agradable y atrae los demás por su simpatía, rodeándose de todo lo que le sea afín.
Los pensamientos negativos son obscuros y densos, van de mente a mente acrecentando su energía, aumentando su poder y así llegan a crear entidades monstruosas que flotan la atmósfera, tales como el odio, la guerra, el materialismo y la venganza.
Las personas que tienen la costumbre de pensar negativamente resultan antipáticas, desagradables e inspiran temor, desconfianza, por las vibraciones que de ellas emanan. También por afinidad, atraen lo que es igual a ellos y viven en ambiente de malestar. Tanto el pensamiento positivo como el negativo regresa a su creador debido a la Ley del Circulo y, en forma multiplicada por haberse adherido a el energía de pensamientos afines que encontró en su recorrido; de manera que no conviene pensar mal, sentir ni hablar mal, ya que esto regresa a su creando serias dificultades.