Cuando escribo, jamás pienso en lo que dije anteriormente. Mi propósito no es ser consecuente con mis declaraciones prece-dentes sobre una cuestión determinada, si-no ser coherente con la verdad, sea cual fuere el modo en que se me presente en di-cho momento. Por eso, fui creciendo de verdad en verdad, libré a mi memoria de un esfuerzo excesivo y, más todavía, cuando me veo obligado a comparar mis textos -hasta los de cincuenta años atrás- con los más recientes, no descubro entre ellos Ia más mínima inconsistencia.