Cuando el Ser comienza a manifestarse como entidad pensante, nace en él una facultad especial que lo hace decidirse hacia una dirección determinada. De este modo, dirige su camino, selecciona, escoge y rechaza asumiendo su propia responsabilidad, la cual resulta de elegir lo que desea y quiere. Esta facultad especial se llama "Libre Albedrío".
Mientras el Ser no es una entidad pensante, está dirigido por el instinto, fuerza magnética que proviene del Espíritu-Grupo al cual pertenece. Así, busca pareja, alimento y se defiende de los peligros, pues se trata de un impulso certero. No piensa ni elige por sí mismo sino que viene a ser como un radar receptivo cuya receptividad, constitu-ye el motor inmediato de sus acciones. Tal sucede en el Reino Animal.
Cuando el Ser no tiene desarrollado el Libre Albedrío, resulta armoniosamente perfecto, pues la naturaleza, Sabia Mano de Dios, dirige sus actos; pero, al decidir por sí mismo y hacer uso de esta libertad especial, las cosas se complican, el orden puede alterarse y el Bien mezclado con el Mal, se manifiesta como una consecuencia inmediata.
Por el Libre Albedrío, el hombre, ya consciente de sus actos, va forjando su destino de acuerdo con los deseos, tendencias e inclinaciones propias. Cada deseo actúa como poderoso motor y genera una acción de la cual resultan determinadas consecuencias que él ha de aceptar. Si tiene el acierto de elegir bien, lo que viene será bueno, grato y magnífico; pero si elige equivocadamente, lo que llega será sufrimiento, infelicidad y desgracia que también, por ser obra propia, ha de aceptar.