No hay mas que echar una ojeada a la vida para darse cuenta de lo abrumados e infelices que se ven la generalidad de los seres humanos en cualquier lugar o ciudad de la Tierra: en la calle, en el autobús, en la oficina o trabajo. Por todas partes encontramos caras tensas, apuradas, con señales de preocupación y temor, con arrugas de amargura y miedo; rostros cansados, con marcas de desesperación y sufrimiento. En este mosaico de rostros, pocos son los que irradian alegría, satisfacción y esperanza. La humanidad es infeliz, porque no ha aprendido el arte de vivir ni la forma de superar sus dificultades, porque tiene fija su atención en lo malo y destructivo, agrandándolo, multiplicándolo por esta fijación persistente que aumenta su poder y llena la vida de calamidades.
El arte de vivir no se aprende en ninguna escuela ni universidad de la Tierra, aunque tantos estudios hay por todas partes. Experiencias dolorosas y difíciles sirven, generalmente, de aprendizaje; pero como falta la Luz de la comprensión sobre la forma correcta de vivir, la energía y la vida tanto como los poderes y facultades que el hombre tiene SON MAL UTILIZADOS, principalmente el pensamiento, el sentimiento y la palabra. Este mal uso hace caer al ser humano en amargura y sufrimiento, en numerosos problemas que podrían ser evitados si el aprendizaje fuera a base de Luz y conocimiento correcto.